El 2 de diciembre del 2008, a las 5 de la tarde, Henry Gustav Molaison —más conocido por sus iniciales H.M.— moría de insuficiencia respiratoria en un asilo de ancianos en Windsor Locks, Connecticut. Su muerte fue confirmada por Suzanne Corkin, neurocientífica del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que había trabajado estrechamente con él durante décadas. Henry Molaison tenía 82 años. Había desaparecido uno de los pacientes más famosos de toda la historia de la neurociencia.
Cuando H. Molaison, con 9 años de edad, se golpeó fuertemente la cabeza al ser atropellado por un ciclista en su barrio cerca de Hartford, los científicos no tenían ninguna forma de ver el interior de su cerebro. Tampoco se conocían apenas los mecanismos biológicos de funciones complejas como la memoria o el aprendizaje. No se podían explicar, por tanto, por qué el niño sufría graves convulsiones tras del accidente, o incluso si el golpe en la cabeza tenía algo que ver.
Dieciocho años después del accidente, Henry Molaison llegó a la consulta del Dr. William Beecher Scoville, un neurocirujano del hospital de Hartford. El señor Molaison perdía el conocimiento a menudo y tenía convulsiones devastadoras, por lo que ya no podía seguir trabajando (era mecánico de motores) para ganarse la vida. El Dr. Scoville, después de agotar otros tratamientos, decidió extirpar quirúrgicamente dos apéndices en forma de dedo del tejido cerebral del señor Molaison: El 23 de Agosto de 1953, fue intervenido quirúrgicamente por el Dr. William Scoville en el Clinical Research Center de Toronto/Montreal. Fue sometido a una escisión bilateral de ambas regiones temporales mediales de 8 cm. en longitud que incluían la corteza cerebral, la amígdala y los dos tercios anteriores del hipocampo, que le liberaron de los síntomas epilépticos (Scoville y Milner, 1957; Corkin y cols., 1997).
Las convulsiones disminuyeron, pero el procedimiento —en especial, la extirpación del hipocampo— dejó al paciente totalmente cambiado. Tras la operación, H.M. era incapaz de recordar nada de lo que le sucedía .
Su coeficiente intelectual permaneció inalterado (CI: de 104 a 118), el paciente H.M. se convirtió en profundamente amnésico no pudiendo nunca más almacenar nueva información semántica en su cerebro. Incluso durante las tres noches que estuvo ingresado en el Centro hospitalario, preguntó a la enfermera dónde estaba y porqué, ya que no recordaba que había pasado aunque podía identificar que estaba en un hospital.
Alarmado por estos hechos, el Dr. Scoville consultó con un famoso cirujano de Montreal, el Dr. Wilder Penfield de la Universidad McGill, el cual, junto con la psicóloga Brenda Milner, ya había estudiado trastornos de memoria en otros dos pacientes. Rápidamente, la doctora Milner comenzó a viajar desde Canadá hasta Hartford para visitar al señor Molaison, a quien realizó numerosos test de memoria. Fue ésta una colaboración que modificaría para siempre la comprensión que los científicos tenían sobre el aprendizaje y la memoria.
El paciente H.M. no tenía problemas ni de la atención, ni del habla, ni de la expresión verbal compleja, y mantenía intacta la comprensión del lenguaje. Si desarrolló problemas de olfacción ya que la operación había afectado también a las áreas cerebrales diana de los tractos olfatorios. Las baterías de tests a las que fue sometido incluyeron fotografías de gente, material verbal, secuencias de dígitos, diseños geométricos complejos o patrones sin sentido aparente, y todas confirmaron amnesia anterógrada y parcialmente retrógrada: recordando con certeza hasta los 16 años pero los otros 11 años (de los 16 a los 27) eran una nebulosa y nunca pudo recordarlos nítidamente.
Su madre observaba que leía las mismas revistas una y otra vez sorprendiéndose cada vez de las mismas noticias. Cada día repetía los mismos rompecabezas sin parecer haber aprendido con la práctica. No podía recordar a nadie que hubiera conocido después de la operación, ni las caras ni los nombres (tan siquiera a quien le ha visitado con asiduidad). Podía recordar series de números en breve tiempo pero no en largos periodos de tiempo. No podía recordar dónde vivía o quien cuidaba de él, o que era lo último que había comido. Respecto a la memoria espacial, estaba alterada pero conseguía aprender lentamente: así, al tener que mudarse de casa, le costó más de un año aprender el camino.
Respecto a su situación emocional: era capaz de tener reacciones emocionales intensas pero que se agotaban a los pocos minutos (cuando desaparecía de su “cerebro” la información que las había desencadenado). Por ejemplo, cada vez que se le informaba del fallecimiento de su tío preferido, tenía la misma reacción emocional pasajera intensa que era repetitiva una y otra vez. Incluso posteriormente preguntaba por la situación y deseos de volver a ver a esa persona.
El paciente H.M., vivía con recuerdos a corto plazo y con aquellos que mantenía de antes de la operación. Sus experiencias cada día eran como las de las personas que comienzan a darse cuenta de lo que les rodea, sin llegar a comprender toda la información porque no podía recordar lo que acababa de ocurrir. En ocasiones relataba su situación como “todos los días son únicos en sí mismos, igual que cualquier alegría o cualquier tristeza”. Hacía descripciones de su propio estado diciendo que era como “pasear por un sueño”. Como despertarse de un sueño del que no se puede recordar nada …
El paciente H.M. siempre se atribuía a si mismo una edad inferior a la que realmente tenía, y no era capaz de reconocerse a si mismo en el espejo: en 1982 fue incapaz de reconocerse en una foto de su 40 cumpleaños tomada en 1966.
Llegó a poder trabajar (remunerado en una obra social) en una tarea manual automática (empaquetar encendedores en las cajas de cartulina) ya que si era capaz de aprender tareas motoras con el mismo ritmo que una persona normal. Entre los estudios realizados por la Dra. Milner se encontraba el test de remarcar las líneas del contorno de una estrella o dibujar la estrella mirando a un espejo . El paciente H.M. tuvo un resultado igual que cualquier persona normal, mejorando con la práctica.
El estudio sistemático del paciente H.M. sirvió para establecer que el hipocampo, si bien es importante para almacenar la memoria, no es decisivo para todas las clases de memoria: había una primera diferencia entre memoria de corto y largo plazo (el hipocampo estaría implicado en esta última y no en la de corto plazo). Pero además, la Dra. Milner identificó las capacidades cognitivas de H.M y sus deficits, y concluyó que aun cuando el paciente H.M. no podía recordar ningún evento reciente, si que era capaz de aprender nuevas tareas motoras (como las de la estrella en el espejo). Esto condujo a definir que, además, existían dos sistemas de memoria bien diferenciados: episódico y procedural, que involucran diferentes áreas cerebrales.
Los estudios de la Dra. Brenda Milner en el paciente H.M. han permitido diferenciar áreas especializadas según el tipo de aprendizaje: este “experimento humano” circunstancial permitió definir al hipocampo como implicado en la memoria episódica de largo plazo, necesario para transferirla a áreas dónde se almacene de forma permanente. Así, H.M. podría aprender tenis, esquiar, baloncesto…. pero no recordaría que ha aprendido a realizar bien esas tareas… para eso necesitaría su hipocampo “desaparecido”.
Cuando muere en Connecticut por una insuficiencia respiratoria, esa misma noche, los médicos pasaron horas escaneando su cerebro, el cual fue donado a la ciencia, creándose el “The Brain Observatory: Proyect H.M.” (Observatorio Cerebral) en la Universidad de San Diego. El cerebro de HM fue crioconservado y se realizaron varios cortes histológicos coronales con tinción de Nissl, con especial cuidado de los márgenes quirúrgicos de la lobectomía que son material de estudio en la actualidad.
Enlaces de interes:
- “The Brain Observatory: Proyect H.M.”: http://thebrainobservatory.ucsd.edu/hm
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